Con lo que me gustan las plantas de interior y nunca me compré un anthurium. Este es Anthurium dakota, para ser más exactos y porque puede ser que el dato sea importante y me lo regalaron el día de Nochevieja... o sea, el 31 de diciembre, para los despistados.
Cuando me lo trajeron, por supuesto me dió mucha alegría, por ser de quién era y porque estaba claro que quiso agradarme (para mí no hay mejor regalo); perooo, pensé... este para poner en tal hueco; o sea, como el que compra una enciclopedia para rellenar la librería o como objeto de decoración; de verdad que fue así; ya digo que nunca me compré un anthurium y eso es porque nunca me llamaron la atención, porque no será porque una no compra plantas...
Pero este me tiene enamorada, pobrecito mío, algo debió de notar porque no ha hecho otra cosa que intentar enamorarme; no se le ha caído ni una hoja, ha soportado la calefacción, pero lo mejor de todo... ¡sus flores! Sí, esas flores con aspecto tan artificial, que parecen de puro plástico, le están durando, las más grandes (más grandes que la palma de mi mano) ¡más de tres meses! Más de tres meses en interior y bajo el chorro del aire de la calefacción... ¿Se puede ser más agradecido? Ante la duda, las he manuseado muchas veces, porque he llegado a pensar que estas, las más grandes, se las habían puesto de la misma manera que a los cactus les ponen florecillas de adorno; pero no, no,
son naturales...
A mí me encantan.
Hace años vi un reportaje de un jardín en Canarias, donde están los anturios como el que tiene margaritas. Una pasada.
;)